jueves, 14 de julio de 2011

Dogmatismo y Crítica: En Diálogo con Vacío


Dogmatismo y Crítica:

- En Diálogo con Vacío -

________________________________________________

En Vacío, Daniel Luna castiga lo naif en el antagonismo 'anti-academicista' propio de aquellos rebeldes estudiantes de filosofía, en su modo más característico. Las dos cualidades que Daniel rescata de este grupo son transparentes y fértiles para la crítica:
"(1) los profesores antes eran más académicos y ahora son más burócratas y esto porque se han dedicado (por ponerlo de alguna manera) a “gobernar” la universidad en lugar de “pensar” filosóficamente (de académicos a burócratas)

(2) los profesores son “argolleros” porque no aprecian o reconocen el talento de nuestro novel estudiante, ya sea porque “se llevan mal con él”, ya sea porque son “discriminadores” (racial, étnica o socioeconómicamente), ya sea porque sus temas de interés son diferentes."

 Aquellos desafortunados vituperantes ignoran, Daniel insiste, la dimensión política implicada en la composición estructural de la institución académica universitaria, a través de la cual los intereses de sus funcionarios se articulan. Daniel busca enfatizar sobre todo como aquellos estudiantes pecan de una simplificación a la hora acusar a los profesores e instituciones, a la Universidad y sus "Ordinarios", de haber vendido su integridad filosófica-intelectual en favor de una servidumbre burocrática. Y la segunda característica parece aclarar que lo que motiva, al menos superficialmente, al estudiante, es exigir mayor reconocimiento y legitimación por parte del aparato Universitario y sus docentes.  Ante esto, Daniel responde con un recordatorio, y dice que:  "Toda institución quiere preservarse y adaptarse y, de hecho, las élites que gobiernan quieren mantenerse gobernando. Hasta aquí, esto es política 101."


Ciertamente coincido con Daniel en denunciar lo naif en la vituperación ciega del estudiante de filosofía, en tanto este sea en su mayoría compuesto por las dos facetas mencionadas. Al mismo tiempo, es importante recordar que el estudiante, en tanto ocupa la voz del renegado, es parte de una dimensión política-estructural también y que, como en el caso del organismo académico, obedece a lo que uno podría esperar del estudiante. Este último es, como el hijo que desea medirse detrás del amparo y autoridad "paterna", el rebelde que resiente al Estado familiar, al Gran Otro del Discurso Universitario que reemplaza la autoridad directa del Maestro, el "proletario" cuya carencia de poder lo enerva e inspira a confabular el coup contra aquello que lo sostiene pero que también lo disciplina y limita.

El desconocimiento de cómo opera la institución académica es, para el estudiante ejemplificado en la descripción de Daniel, una dimensión más de rebeldía juvenil que opera en su relativa modestia con cierta inocencia, pero que también en manos de algunos 'brillantes' pocos termina siendo el motor de reformas y revoluciones, en lo académico-político, y también en lo filosófico-intelectual. En este sentido,  si bien es importante que el filosofo-estudiante nunca caiga en una vituperación cínica e impotente en contra las instituciones y sus dirigentes, así también como de la organización 'escolástica' de su disciplina y las tendencias conservadoras de sus monaguillos docentes, aquella rebeldía no debe ser descontextualizada de sus efectos emancipadores. Daniel tiene mucha razón en hacer notar la limitación de una visión crítica que ignora la dimensión política en las instituciones, y a esto agregaría: no hay que olvidar que la mayoría de estudiantes, falto de ideas y guiándose por recelo y sed más que por propuestas o sentido de justicia, también busca lo que Daniel describe propiamente como el eje conservador del aparato universitario:

"No se trata de algo tan burdo como “argollería”, se trata de lineamientos políticos. Y acá no quiero ser reduccionista y sigo a Bourdieu: se trata de muchas más variables. No solamente lineamientos políticos, sean éstos intra o extra universitarios, sino también lineamientos de temas de interés, de relaciones sociales, etc, etc. Desde esta perspectiva vemos pues, que el sistema mismo promueve dicha asimilación de lo similar para formar parte de lo similar."

De la misma manera, uno podría decir que lo propio del 'proletario' estudiantil, sin ningún poder académico más allá de sus aullidos y pocas obras, siempre implica el de renegar contra el Estado académico, y el último es expuesto en alianza con alguna 'ortodoxia' filosófica a ser destituida. Esta faceta es generalmente compartida verticalmente en toda gran 'traición' filosófica que va con una subversión política-académica: Heidegger contra la organización temática universitaria iba de la mano con sus acusaciones contra la prevalencia filosófica de ciertas corrientes que él consideraba sintomáticas de un conservadurismo intelectual. La "traición" contra Husserl y la subversión contra la universidad;  quizás es de los ejemplos más dramáticos. Quizás uno de los ejemplos más interesantes en tiempos recientes es el de Nick Land, cuya extraordinaria obra, cada vez más alienada de "Lo Mismo" protegido por la academia, finalmente hubo de buscar una suerte de exilio filosófico. De la misma manera, hoy en día, Badiou vitupera contra el neo-escolasticismo anglosajón, propio de la filosofía analítica, y de la institucionalización del sistema educativo Europeo propio de la Reforma de Boloña, así como de la hegemonía pragmatista que sirve al Estado (en el sentido técnico en que el Estado no es sólo la institución política).

Parecerá un tanto injusto meter a los grandes antagonismos filosóficos de aquellas figuras junto con los pobres estudiantes que menciona Daniel. P
ero más allá de la carencia de imaginación, amargura y cinicismo al que puede y frecuentemente deviene la desobediencia estudiantil, insistiría que la excepcional dimensión política del estudiante también motiva un ideal revolucionario y subversivo. El hecho de que la universidad pueda estar atravesada por relaciones políticas no puede asimismo aislar la relación política que guarda la universidad con el cuerpo estudiantil. Este último ciertamente no es menos político por no pertenecer al orden de los Ordinarios, y no por no ser elitista en el sentido en que guarda intereses institucionales es menos interesado. Y ciertamente no sigue de que porque siempre habrán intereses de por medio mediando los enunciados y acciones en aquella relacion, esto implique que no debería haber crítica, antagonismo o incluso oposición por miedo a ser 'naif':  es importante no sólo que los temas filosóficos se mantengan abiertos a la discusión y que se promueva el pensamiento progresivo, sino también es crucial que las instituciones, la estructura académica, y los funcionarios, sirvan a la producción imparcial y efectiva de aquel pensamiento y su organización.

Aquí reside el punto de mayor importancia. La dialéctica entre el contenido filosófico y la estructura política es necesaria. Como Daniel menciona, la corrupción atribuida al docente es tanto de materia como de cargo.  Y la relación entre el antagonismo o fuerza estudiantil y el "Estado" académico tiene que ser vista singularmente en relación a las propuestas, desacuerdos, críticas y demandas en cuestión. Es crucial que al decir que el estudiante peca de ser naif no se diga que la problemática, de materia o institucional, no requiere de señalar lo conservador-opresivo de ciertas posturas y agentes, que siendo realistas tendríamos que aceptar que lo conservador de la estructura académica los absuelve o vuelve inmunes al antagonismo o crítica.  Y en este punto, quisiera simplemente agregar a lo que dice Daniel:

"No solamente lineamientos políticos [han de ser considerados], sean éstos intra o extra universitarios, sino también lineamientos de temas de interés, de relaciones sociales, etc, etc. Desde esta perspectiva vemos pues, que el sistema mismo promueve dicha asimilación de lo similar para formar parte de lo similar."

    Es vital que no reduzcamos la situación a fricciones entre 'intereses' subjetivos-institucionales indiferentemente, como si por el hecho de ser intereses los que se ven en juego no fuesen más que eso. Lo que busco recalcar al señalar esto último, que parece un tanto trivial, es lo siguiente: no se debe relativizar la complejidad de factores y actantes de su obligación normativa, reduciendo la última al ámbito jurídico o privado de "interés", donde se negocian relaciones de poder,  interpelaciones ideológicas, o voluntades humanas. El problema es que esta última relativización que pretende homogenizar el campo de enunciados ya de por sí asume una posición filosófica, y es la que finalmente implica que no hay criterios epistémicos que nos permitirían determinar la validez, coherencia o virtud de enunciados filosóficos u organismos de Estado sobre otros. Y creo que si uno acepta esto último entonces de ante mano se erradica la función revolucionaria de la filosofía en general, y del estudiante en particular, de siempre estar a la guardia del Estado, no para rendirse a una fácil vituperación, pero por la cual también, dada la exigencia política, uno llega a poner minas en los campos tras haber puesto chinches en los asientos en un principio.

No hay que restarle el coraje antagónico al estudiante, ya que en ello radica también toda posibilidad de un destino para el pensamiento digno de ser llamado filosófico. Pero también creo que reducido al reniego vituperante o a la complaciencia relativista, se asimila al estudiante a una fácil avalación del conflicto, no del todo disimilar al triste espectáculo anti-Estatal que pretende ser política por parte de los civiles en relación al Gobierno o presidente de la Nación y sus funcionarios, a través de lamentos, bullicio y desprecio por todo orden. Y en esto es claro que con Daniel coincido en que una verdadera relación progresiva con el aparato universitario, así como con el pensamiento filosófico, no puede ser nunca meramente destructiva: el cambio es irreducible a una negación de los predicados que conforma el Estado, los rangos académicos, los cánones de pensamiento, la distribución de disciplinas, etc. Esto implica rechazar también el 'realismo sedativo' de aceptar las cosas como son, porque 'son como son', el realismo pragmático y flojo que asimila todo enunciado a la consideración de que, finalmente, habrían meros humanos e instituciones, con sus intereses respectivos, detrás. Es importante que la filosofía, como la política, no sea un simple espacio para la tranquila Gala de vecinos y la complacencia apática que constituye el vehículo de la indiferencia. El pensamiento filosófico y la acción política siempre operan en función reconocer el lugar donde se decide algo fundamental, algo urgente. Y estas últimas cuestiones pueden darse en contra o pese a los intereses de los interesados, de las estructuras y los instructores, de los instructores y de los estudiantes.

    Esto tampoco quiere decir que el estudiante no tenga una función 'conservadora' que cumplir, si por la última se entiende, a modo amplio, 'el deseo de preservar algo'. Claramente el ideal de transmisión de conocimiento, de tener una relación con la historia, de respetar a los intructores y las instituciones, van de la mano con el ideal de la ruptura con las restricciones enciclopédicas, la posibilidad de algo sin precedentes, de sobrepasar el pensamiento del pasado y de mejorar nuestras instituciones. En esto me opongo categóricamente a la falsa modestia correlacionista-idealista que reduce la función académica a servir intereses pragmáticos. La substracción que implica un proceso creativo nunca es sui generis ciertamente, y no basta de una simple voluntad destructiva, como señalé arriba. En cambio, el ideal substractivo del que se componen verdades genéricas, como describe Badiou por ejemplo, es una modalidad que explica la relación inseparable entre la prescripción y orden institucional (el Estado de la Situación), y la multitud de agentes que compone el campo de acción.  De igual manera, por poner otro ejemplo filosófico, la crítica naturalista de Sellars en contra del Mito de lo Dado constituye un eje que nos pone en ruta de colisión contra el conservadurismo empiricista, fenomenológico, o vitalista, en tanto las últimas postulan una auto-legitimación estructural en el discurso de orden dogmático (sea linguístico, intencional, de inmediatez factual empírica, intuitivo, transcendental-religioso, cultural, semiótico, u otro tipo).

Uno podrá decir que finalmente hay quienes se suscriben firmemente a estas y otras posiciones que este estudiante podrá considerar 'enemigas', pero de esto no debe seguir que la suscripción basta para la legitimación filosófica, ni para su desmerecimiento. Y mucho menos implica que el interés político al que cierta posición filosófica responda tenga que ser 'tolerado' o considerado 'equivalente' a todo otro por estar al servicio de tales intereses. Decir que toda opinión es equivalente a toda otra en tanto opinión es una banalidad; decir que no existe diferencia entre opiniones de parte de interesados y verdades, es probablemente sofismo. Es importante no desmerecer entonces la conexión o relación entre la responsabilidad filosófica y la política; y esta última si bien no puede reducirse al Estado, no puede tampoco valerse de reniegos ilusos, o berrinches infantiles. De lo contrario, es decir, de reducir la tensión entre Estado y situación, universidad y estudiantes, a cuestiones de interés humano, uno arriesga reproducir aquel pseudo-Nietzscheanismo voluntarista en donde la academia y la filosofía no es más que la tiranía del deseo sobre la universalidad de las verdades. La voluntad del estudiante no tendría mayor aspiración que la de aquel yugo humanista que siempre espera el amparo del Padre Estatal junto con una fantasía ingenua en función a intereses propios, como el organismo Freudiano que busca su propio regreso a la libertad inorgánica que goza su externalidad traumática, por sus propios medios conservativos. Por esto, lo que expresa Daniel es capital, con lo que concluyo esta intervención:

Mi interés va por una reflexión crítica (en sentido constructivo) hacia la institucionalidad universitaria. Siento mucho interés por el problema de la educación en nuestro país y abordar el tema de las instituciones de la universidad y de la lógica que opera es muy importante para comprender problemas o cuestiones sintomáticas desde una perspectiva mucho más compleja. Ello permitirá mejorar la universidad y la educación, así como hacernos conscientes de las múltiples variables que operan y atraviesan nuestras relaciones e instituciones.

La siguiente pregunta será, entonces, sobre el imperativo de lucha: en donde reside lo conservador en el campo académico y filosófico hoy en día? Hacia dónde tiene que dirigirse la energía y vigilancia estudiantil, en fidelidad al ideal de aprendizaje y de crecimiento? Estos últimos permanecen, y son solo materia de descarte para el ideal reaccionario que niega el potencial creativo de la negatividad, que protege la integridad del Estado, y que mantiene al pensamiento servil ante el pilar de un humanismo pueril, hilado de intereses banales, y alza altares ante los cuales la crítica es inseparable de la blasfemia.